Guerras y catástrofes: crisis dentro de la Corona-crisis

En la pequeña ciudad de Hawzen al norte de Etiopía hay desde el 2006 un Kindergarten Waldorf y desde septiembre del 2014 una escuela primaria. Los apoderados solamente pueden pagar cuotas simbólicas a la escuela. Los fundadores de la escuela Atsbaha Gebre-Selassie y sus colegas dependen casi completamente de donaciones. Por causa de las limitaciones dispuestas entre las medidas por la pandemia, se ve amenazada la subsistencia de muchas familias, sobre todo de los trabajadores informales. Muchos de ellos dependen de la venta de su producción rural o artesanal. Con el cierre de las ferias semanales, se quedaron de golpe sin recursos.

Desde comienzo del año la región al noreste de África lucha además con varias plagas de saltamontes, que en otoño alcanzaron su triste auge. Atsbaha Gebre-Selassie nos contaba: el 15 de octubre numerosas bandadas alcanzaron también a Hawzen y alrededores y devoraron los frutos que ya estaban creciendo en los campos. Una verdadera catástrofe. La Organización de Alimentos y Agricultura de Naciones Unidas declaró: “Una bandada de saltamontes en un día puede arrasar con la alimentación de cerca de 35.000 personas“. Para poder salvar al menos una parte de la producción, los campesinos cosecharon antes de la maduración, con la esperanza de conservar al menos suficiente alimento para sus animales.

Desde comienzos de noviembre se agregaron nuevos problemas, cuando el conflicto latente desde principio de año en la región de Tigray terminó en una tremenda guerra, que se llevó también a numerosos civiles. Más de 100.000 personas tuvieron que huir buscando refugio. Los amargos enfrentamientos tienen también efectos en la ciudad de Hawzen, que se encuentra a 100 Km. Las líneas de teléfono y electricidad se interrumpen constantemente, al igual que el acceso a internet. Los transportes casi no pueden funcionar en las calles: “Cuando no hay posibilidades de transportes, se hace muy difícil el abastecimiento de alimentos importantes, medicamentos y otras necesidades”, explica Gebre-Selassi. La escuela Waldorf en Hawzen y las familias de las alumnas y alumnos necesitarán más ayuda en forma urgente.

Luego de 6 meses de cierre de escuelas en Armenia, los niños regresaron a la escuela desde septiembre, con reglas muy estrictas. El cierre prolongado de escuelas, todo lo que se requiere ahora para las clases presenciales y los confinamientos, ponen a la escuela Waldorf de Ereván frente a grandes problemas: “la mayoría de los padres y madres de nuestra escuela trabajan en el ámbito turístico, en cafés, restaurantes y hoteles”, nos explica Ara Atayan de la escuela Waldorf Aregnazan que ya fue fundada a inicios de los 1990.”Muchos ya han perdido sus empleos. Otros pagan cuotas reducidas, otros ya no pueden pagar nada”. Solamente en otoño Atayan calculó bajas del 50% del presupuesto mensual. Una pérdida de al menos 108.000 Euros en total, que debe ser equilibrada, para que la escuela pueda seguir funcionando. Junto a la Corona-crisis, el país sufre un nuevo recrudecimiento del conflicto armado entre Aserbaiyán y Armenia por la montaña Karabaj. Este conflicto se tomó también como víctima a un ex-alumno Waldorf. Luego de la guerra fuera en escalada a fines de septiembre, muchos armenios debieron abandonar la montaña Karabaj.