En los trópicos de la región oriental de Antioquía, en la frontera con Magdalena Medio, se encuentra La Danta, una ciudad mágica llena de agua, cuevas y minas, árboles, con una densa pero majestuosa vegetación. En ese lugar mágico y paradisíaco estuvimos con un equipo de la Pedagogía de Emergencia Colombia.
Detrás de tanta magia natural se esconde una población, que a lo largo de los años fue influenciada por grupos armados. Esto condujo a que en este sitio, junto a la diversidad de árboles nativos que fueron plantados en la densidad de la selva, se sembraran también el miedo, la incertidumbre, el silencio y el desconsuelo. A lo largo del tiempo casi todos los habitantes tuvieron que pasar por experiencias traumáticas, que han impactado a jóvenes y adultos de diversas maneras.
Pudimos ver, que los grupos armados silenciaron las voces de los niños y niñas, porque tienen miedo de hablar y contar lo que ven o lo que vivenciaron en medio de un conflicto armado. Vemos a las mujeres, que en silencio deben presenciar, cómo sus maridos e hijos son arrastrados a una guerra sin sentido y cómo la selva, literalmente los tragó, cómo sus casas se rodearon de muerte y pérdida y ellos se cinvirtieron en víctimas de cualquier tipo de maltratos, viendo sus derechos vulnerados y su su autodeterminación robada. Y ahí también están los hombres, que de una u otra forma se sumieron en este contexto hostil, o fueron absorvidos por él y para los cuales la guerra se presenta como la única salida o chance, dado que el estado ha abandonado a las personas de La Danta.
Gracias a la iniciativa de algunas personas comprometidas, que ven en La Danta algo más que tristeza y desesperanza, 25 pedagogos y pedagogas de Pedagogía de Emergencia Colombia fuimos a La Danta en el mes de abril, con un bus lleno de maletas y sueños. Tuvimos un variado maletín de talleres, pedagogía vivencial, pintura y dibujo de forma y permitimos que las personas, por medio de versos, canciones, ritmos, alegría, circo y cuentos, vuelvan a creer que en este lugar triste y perdido, la magia puede suceder.
La experiencia más linda fue el haber podido movilizar en su interior a las personas, por medio de estos fantásticos talleres. Todos fueron preparados detalladamente y con amor, sentimos la felicidad de poder llegar a los corazones de las personas de La Danta envolviéndolos en paracaídas de colores. Cada corona que afieltramos, convirtió a los niños/as en príncipes o princesas y hasta los mayores se dejaron encantar. Les pusimos a los y las pequeños/as una capa de superhéroes que les permitió volar. Nuestra atención y dedicación les brindó tiempo para expresar sus sentimientos, poder equilibrar su emocionalidad por medio de una imagen y abrir su voz con una canción. Así se pudieron abrir ventanas hacia sus almas, junto con la esperanza de una vida diferente.
Estamos planeando el siguiente paso. Estoy convencida, de que formaremos un pequeño grupo de pedagogía de emergencia en La Danta, que comprenda y afronte las necesidades de la población.
El día que dejamos La Danta vimos a un niño colgando su ropa. Asumo que él ayudaba a su madre como todos los días, este parecía un día como cualquier otro. Pero no, esta imagen era diferente, el niño llevaba su corona amarilla afieltrada. Y así esta imagen apareció, de pronto, llena de color y esperanza.